Griezmann, Umtiti y Varane celebrando el gol de Francia en las semifinales del Mundial.
Nunca hay que subestimar a un campeón y Francia lo dejó muy en claro. Venció 1-0 a Bélgica, el que hasta ahora había sido el mejor equipo del campeonato, y así avanzó a su tercera final mundial en las últimas seis ediciones. Ya ganó la de 1998 y perdió la de 2006. En esa cómoda posición, espera por Inglaterra o Croacia.
Como contra Uruguay, Francia volvió a jugar a la mosqueta. Amenazó una y otra vez con la gran velocidad que posee -y no solo a nivel individual, sino colectivo- y terminó definiendo el juego y la llave con una pelota quieta. Ese debe ser, en todo caso, el consuelo que nos quede a los uruguayos: no solo engañó a La Celeste.
Giroud generó un córner y del mismo vino el gol a los 51’: centro al área y aparición furtiva por aire de Umtiti para anticipar a Fellaini y marcar. Otra vez un zaguero francés apareció en el área rival para hacer avanzar a su selección. El viernes había sido Varane ante Uruguay con una jugada casi calcada. Lo de antes: la mosqueta de te lo muestro por acá y te lo sacó por allá.
Este equipo que se ha transformado en especialista en pelotas quietas, tiene varios méritos más que ganar en el juego aéreo. El principal es la velocidad, sin dudas, pero en todo sentido.
La tiene para atacar, con Mbappé y Griezmann como abanderados.
También para hacer la transición de defensa a ataque, porque es un equipo muy vertical que no pierde el tiempo en mover la pelota, sino que lo aprovecha para poner a correr a sus puntas.
Es veloz para pensar y para resolver, porque cuando Bélgica le tiró la presión en la salida, puso dos o tres toques a uno y salió con prolijidad y balón dominado.
Francia es rápido para reagruparse, porque cuando pierde la pelota enseguida las líneas se rearman. Ayer fue incluso más ofensivo que de costumbre, porque jugó con un neto 4-3-3 que nunca se desarmó.
Y, por si faltaba algo, este seleccionado francés tiene velocidad de sobra también en los zagueros, que a la hora de marcar se anticiparon constantemente a Lukaku y a De Bryun y que, aunque Hazard los complicó en los mano a mano, tampoco perdieron muchos duelos (salvo algunos al comienzo) porque le tomaron el pulso y terminaron haciendo cierres a todo galope e incluso llegando antes al balón. Esa misma velocidad fue, en definitiva, la que les permitió hacer el doble ritmo en los últimos dos partidos para marcar goles decisivos.
Todo buen equipo que aspire a algo debe tener un buen arquero y Francia lo posee. Hugo Lloris apareció con soberbias atajadas en los momentos justos.
Bélgica tiene poco para reprocharse, porque fue fiel a su estilo. Roberto Martínez puso un 4-2-3-1 que priorizó el ataque por sobre la defensa y tuvo el dominio del balón: 60% a 40%. Sin embargo, por primera vez en el torneo no marcó y eso fue también mérito de Francia, que le hizo una marca casi personal a Fellaini (Pogba lo tuvo como referencia) y cortó la línea de pase hacia De Bruyne, quien apareció poco. Así, uno de los carburadores belga dejó de funcionar y todo quedó en manos (o pies) de Hazard, pero estuvo muy solo. Lukaku prácticamente no generó situaciones de gol y así se apagó Bélgica, que era el equipo más goleador del torneo con 14 tantos y el único que había ganado los cinco partidos que había disputado.
Francia lo dejó en cero y está otra vez en la final. Bien merecido lo tiene y, lo más importante para el país galo, posee las armas necesarias como para levantar nuevamente la copa sin importar el rival que tenga enfrente.
Deschamps tiene una marca por igualar.
Didier Deschamps continúa su sueño de igualar al alemán Franz Beckenbauer y al brasileño Mario Zagallo de convertirse en campeón del mundo tanto como futbolista como de director técnico. El caso del francés tiene como particularidad que si lo logra, estaría involucrado en los dos títulos conseguidos por su selección, ya que en 1998 -cuando Francia venció en la final a Brasil y levantó la copa del mundo por primera vez- era el capitán de aquella selección.
El abrazo de Thierry Henry con Didier Deschamps, ambos campeones del mundo en 1998.
Al que dejó sin oportunidad de ganar otro Mundial fue a otro francés, Thierry Henry, quien fue campeón junto a él en 1998 pero aquí en Rusia integraba el cuerpo técnico de Bélgica.
Zagallo fue doble campeón del mundo como jugador, al ganar con Brasil en Suecia 1958 y Chile 1962. Luego ganó como DT en México 1970 y como ayudante de campo en Estados Unidos 1994. Beckenbauer fue campeón como jugador en Alemania 1974 y como técnico en Italia 1990.
Andrés Cunha: correcto arbitraje.
Al final Uruguay tuvo presencia en las semifinales de la Copa del Mundo, aunque no la más deseada. La celeste no logró alcanzar esta instancia, pero eso le abrió la puerta a la terna de árbitros uruguayos. Andrés Cunha, Nicolás Tarán y Mauricio Espinosa dirigieron el Francia-Bélgica y lo hicieron sin mayores inconvenientes.
Cunha, juez central, acertó más de las que falló en un partido que tampoco lo complicó mucho, porque al ser tan abierto generó solo 22, muchas de ellas sobre el final del partido y cometidas por Bélgica, que lideró la estadística 16-6. Ahora bien, el árbitro tuvo un par de fallos que no incidieron en el partido.
Debió haber amonestado a Vertonghen en el primer tiempo y lo hizo en el segundo, por lo que podría haber visto la roja. También debió haber mostrado amarilla a Dembelé. Estuvo bien en las que sí mostró y tal vez lo más polémico fue no haber cobrado una clara falta de Giroud a Hazard a los 78’ al borde del área, con el partido 1-0.
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